En junio de 1983 (¿o era 1984?) subí a casa de unos amigos. "Mira", me dijeron. Allí había una especie de pequeña máquina de escribir conectada a un televisor. Uno de ellos estaba jugando a un videojuego llamado 'Manic Miner'. Aquel teclado era un ordenador. Uno llamado ZX Spectrum, un invento maravilloso que cambió (un poquito) el mundo.
Hoy, 37 (¿o 36?) años después tengo delante de mí otra pequeña máquina de escribir conectada a un monitor. Este teclado es también un ordenador, es también maravilloso y es parte de un proyecto que desde hace años ha cambiado (un poquito) el mundo. Bienvenidos al análisis del Raspberry Pi 400.
En nuestro análisis de la Raspberry Pi 4 Model B (lanzada en junio de 2019) ya hablamos largo y tendido del gran salto hardware que la Fundación Raspberry Pi había dado respecto al anterior modelo.
Tanto la CPU como la GPU habían ganado muchos enteros, pero es que el formato del Raspberry Pi 400 permite ir algo más allá en el terreno de la potencia.
Aunque muchas especificaciones coinciden, el Raspberry Pi 400 le aprieta un poco más las tuercas a la CPU Broadcom BCM2711B0, que aquí cuenta con una frecuencia de reloj de 1,8 GHz frente a los 1,5 GHz de las RPi 4 Model B convencionales.
Raspberry Pi 400 | |
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Procesador | Broadcom BCM2711B0, quad-core Cortex-A72 |
FRECUENCIA DE RELOJ | 1,8 GHz |
GPU | VideoCore VI 500 MHz |
MEMORIA | 4 GB LPDDR4-3200 |
CONECTIVIDAD INALÁMBRICA | Wi-Fi 802.11.b/g/n/ac |
CONECTIVIDAD DE RED | Gigabit Ethernet |
PUERTOS | GPIO 40 pines |
FECHA DE LANZAMIENTO | 02/11/2020 |
PRECIO |
Ganamos algunos puntos en potencia -algo que confirmamos más adelante con las pruebas- pero también perdemos algunas opciones de conectividad. Baja el número de puertos USB, pero también perdemos el conector de vídeo compuesto, la toma de auriculares (quizás la única decisión discutible) y los conectores DSI (para la cámara) y DSI (para la pantalla táctil).
Es sorprendente ver cómo casi cuatro décadas después de descubrir lo que era un ZX Spectrum me vea ante un equipo que es en muchos sentidos homenaje tanto a ese microcomputador de 8 bits como a otros que conquistaron la década de los 80. Yo acabé teniendo un C64 ?adivinad quién ha logrado vender más unidades que aquel mítico ordenador?, pero la esencia era la misma en todos ellos: el teclado era mucho más que un teclado.
Con el Raspberry Pi 400 pasa exactamente eso: el teclado es mucho más que un teclado, y en su interior encierra una pequeña Raspberry Pi 4 que no tiene el formato que conocemos, sino que se ha "estirado" para adaptarse a esa carcasa-teclado que ahora la envuelve y que también cambia la distribución de sus puertos.
El diseño de ese teclado es, sobre todo, simpático y alegre. Choca en primer lugar su tamaño compacto, mucho mas reducido que el del teclado que uso en mi día a día (un Logitech K800) y que adopta un formato tenkeyless en el que nos olvidamos del tradicional teclado numérico.
La distribución regional del teclado, por cierto, es diferente según el país: hay disponibles mapas de teclado para EE.UU., Reno Unido, Alemania, Francia, Italia y España. Nosotros hemos probado lógicamente el teclado en español, que cuenta con la disposición habitual de las teclas y una serie de accesos especiales en algunas de ellas que se actúan con el modificador Fn.
Es ese modificador el que por ejemplo usar el pseudo teclado numérico pulsando Shift+Fn+[tecla], pero también acceder a una opción curiosa: un botón de encendido y apagado que actúa como el tradicional interruptor físico y que podremos activar con la combinación Shift+Fn+F10.
Precisamente en la parte superior en la que se encuentran las teclas de función encontramos tres pequeños indicadores LED en los que se visualiza rápidamente si el equipo está encendido y si el bloqueo de mayúsculas está activado. También hay un indicador del bloqueo numérico, algo curioso porque no hay acceso directo a esa opción con atajos de teclado y de hecho acceder a ese bloqueo no es trivial.
También sorprende el color blanco que domina toda esa parte superior del teclado y que se combina con ese color rojo frambuesa (raspberry, por supuesto) de la parte inferior. Toda esa carcasa-teclado está fabricada con un plastico que tiene un tacto inconfundible y que hace que sea fácil tomar al Raspberry Pi 400 por lo que no es. Porque aunque lo parezca, no es un juguete. O si lo es, es uno maravilloso.
En ese diseño seguimos teniendo a nuestro alcance un buen conjunto de opciones de conectividad. Al verlo por su parte trasera, encontramos de izquierda a derecha el puerto GPIO (con el pin 1 arriba a la derecha y el pin 40 abajo a la izquierda, bueno saberlo), el lector de tarjetas MicroSD (con un adaptador SD incluido en la caja) y dos puertos micro HDMI para conectar hasta dos pantallas.
Un poco más a la derecha está el puerto USB-C que permite alimentar el Raspberry Pi 400, además de dos puertos USB 3.0, un puerto USB 2.0, el conector Gigabit Ethernet y un pequeño cierre Kensington que resulta también una sopresa agradable aunque dado que se usa plástico la seguridad que proporciona tenerlo "atado" con uno de estos cierres es más bien baja.
En la caja de la Raspberry Pi hay algunas sorpresas más. En concreto, el pequeño adatador de corriente con la salida USB-C necesaria para poder hacer funcionar el equipo.
Además tenemos un cable de Micro HDMI a HDMI para conexión a una TV o monitor y el ratón oficial Raspberry Pi, que mantiene exactamente el mismo esquema de colores (blanco en la parte superior, frambuesa en la inferior y la rueda de desplazamiento). Este ratón es también algo compacto y plano, facilitando así su transporte junto con el RPi 400 a cualquier parte.
El último detalle es especialmente destacable: con el Raspberry Pi 400 puedes elegir incluir un ejemplar de 'La guía oficial de Raspberry Pi para principiantes", un libro de tapa blanda y 250 páginas traducido al español y que una vez más parece un homenaje a la época de los 8 bits: entonces los ordenadores solían incluir algún pequeño manual de usuario, y aquí Gareth Halfacree, autor del mismo, ha hecho un esfuerzo espectacular.
El libro es una fantástica forma de iniciarse con las Raspberry Pi convencionales o con este RPi 400, y a través de sus distintos capítulos hace una introducción no solo a la puesta en marcha del ordenador y a los primeros pasos con su sistema operativo, Raspberry Pi OS, sino que además nos anima a hacer nuestros primeros pinitos con dos lenguajes de programación (Scratch y Python), a usar el puerto GPIO para comenzar a experimentar con la electrónica e incluso a aprovechar placas como las Sense HAT y las cámaras de alta resolución disponibles para las Raspberry Pi (que cuidado, no son compatibles con el RPi 400).
Poner en marcha el equipo es muy sencillo, pero los amantes del minimalismo y de los escritorios inalámbricos van a tener un problema con este equipo, que obliga a un despliegue de cables que visualmente no es muy atractivo. Es curioso comprobar por ejemplo cómo los cables micro HDMI y de corriente USB-C son blancos, pero el del ratón oficial (que además no es especialmente largo) es de ese característico color rojo frambuesa.
Yo quise vivir peligrosamente y conecté además un cable de red de color violeta (me temo que no tenía otro a mano) así que el festival resultante no era especialmente bonito de ver. El resultado olía una vez más a ordenador de antaño, para lo bueno y para lo malo.
El conjunto, insistimos, puede parecer muy de juguete, pero las posibilidades van mucho más allá, y una vez más el proyecto Raspberry Pi es prodigioso en cuanto a su aproximación -cualquiera puede aprender a utilizarlo en muy poco tiempo- y su alcance -programar en Scratch o Python y plantear proyectos de electrónica es solo el principio de mucho más-.
Todo el movimiento maker ha demostrado lo mucho que se puede hacer con las Raspberry Pi o con plataformas similares como Arduino o las numerosas alternativas a las RPi. Este mini-ordenador es solo una herramienta para llegar a un fin, pero qué herramienta, señores. Qué herramienta.
Una de las dudas que pueden surgir a la hora de hablar de un equipo como este está en el rendimiento que podemos esperar de él. Las Raspberry Pi ya han permitido en pasadas ediciones (y con su formato clásico) dar buenas sorpresas a usuarios en general y a makers en particular.
Proyectos de todo tipo han sido factibles y asequibles gracias a estos pequeños miniPCs, pero más allá de esos proyectos y de ámbitos muy populares como la retroemulación o la puesta en marcha de un pequeño mediacenter con Kodi (por ejemplo), ¿puede dar de sí el Raspberry Pi 400 como equipo de escritorio?
Es lo que hemos querido determinar con una serie de pruebas que nos han permitido contestar con una respuesta contundente: sí, es perfectamente posible utilizar este Raspberry Pi como PC de sobremesa.
No uno súper vitaminado ni uno que nos permita jugar a todo tipo de juegos, claro, pero sí uno con el que realizar muchas de las tareas que cualquier usuario realiza en su día a día. Para demostrarlo hemos querido ejecutar una serie de pruebas que hemos ido desgranando con los resultados. Vamos allá.
La herramienta Phoronix Test Suite es ya una vieja conocida de los bancos de pruebas en sistemas Linux, y es una forma estupenda de poder comparar esta Raspberry pi con otras que ya analizamos en el pasado.
En la primera prueba quisimos comparar el rendimiento de Sysbench CPU, un test destinado a evaluar cómo se comporta el procesador, y las cifras ya dejan como claro destacado al procesador de las RPi 400, que está sorprendentemente por delante de las RPi 4 de las que se deriva.
En el test AOBench es un pequeño test ligero de renderizado para medir el comportamiento en operaciones de coma flotante, y aquí cuanto menos tiempo invierten estos equipos, mejor. Una vez más el RPi 400 salió ganando, aunque la diferencia con la RPi 4 fue más modesta, una tónica que se mantuvo en otras pruebas.
Por ejemplo el de la codificación de un archivo de sonido en dos formatos distintos, FLAC y MP3. En ambos casos cuanto menos, mejor, y el test volvió a dejar por delante a este pequeño equipo frente a modelos anteriores de la RPi, pero la diferencia es espectacular en la codificación MP3 con LAME, con un RPi 400 que dejó mordiendo el polvo incluso a la RPi 4.
Las pruebas de rendimiento de disco con HDParm no arrojaron diferencias significativas entre la RPi4 y la RPi 400, y lo mismo ocurrió con los test de memoria realizados con RAMspeed, que esta vez sí ganó la RPi 4.
La diferencia en este último caso es de hecho sensible, pero aún así el comportamiento de ambos modelos fue destacable frente al de la RPi 3.
Las últimas pruebas se realizaron en ese ámbito en el que probablemente más nos interesaba ver esas diferencias de rendimiento: el navegador. Los motores JavaScript han ido evolucionando desde las pruebas que pasamos con anteriores modelos y eso lógicamente ha pesado en unos resultados que son mucho mejores en el RPi 400: triplica el que obtuvo la RPi 4 en Octane 2.0, pero insistimos: la versión del navegador aquí importa (en estas pruebas, Chromium 86.0.4240.197) y no hemos tenido acceso a una RPi 4 con el que poder volver a pasar la prueba.
Aún así el rendimiento es decente aun estando lejos de los equipos de sobremesa, y curiosamente obtuvimos un resultado curioso con Speedometer, otro benchmark que evalúa el comportamiento del navegador en una rutina recurrente. En este caso el RPi 400 quedó muy por debajo de la RPi 4, aunque sí superó a la RPi 3.
¿La conclusión general? Podemos estar tranquilos en cualquier escenario no demasiado exigente, y el rendimiento con navegadores es suficiente para trabajar con varias pestañas abiertas sin problemas. Podemos dar fe: lo hemos hecho constantemente durante la confección de este análisis.
Ese aspecto de 'juguete' del Raspberry Pi 400 en su exterior queda en un segundo plano cuando lo encendemos por primera vez. Es en ese momento cuando el sistema operativo Raspberry Pi OS completa a instalación, y tras pocos minutos de establecer algunos parámetros básicos nos topamos con una interfaz de usuario que es la que esperaríamos de un sistema Linux convencional.
Raspberry Pi OS no es más que eso. Esta distribución, antes conocida como Raspbian, se deriva de Debian y está específicamente orientado a los pequeños mini PCs que la Fundación Raspberry Pi ha ido lanzando a lo largo de los años. En ellos tenemos a nuestra disposición toda la potencia de un escritorio Linux, aunque eso sí, con las limitaciones de un hardware que no puede competir con los PCs convencionales.
Eso podía ser un problema hace unos años: usar una Raspberry Pi como equipo de escritorio era poco recomendable, pero con la segunda versión la cosa comenzó a tener su encanto y con la Raspberry Pi 3 ya tuvimos a nuestra disposición una forma decente de ejecutar algunas tareas ligeras del día a día, aunque las limitaciones siguieran estando ahí.
Con las Raspberry Pi 4 el salto en potencia ha sido notable, y esa pequeña vuelta de tuercas adicional que han sufrido las Raspberry Pi 400 hace que nos encontremos ante un equipo mucho más preparado para que este ordenador encerrado en un teclado sea precisamente eso: un ordenador todoterreno.
Raspberry Pi OS se mueve con soltura en este equipo, y aunque efectivamente puede haber algunos momentos en los que los tiempos de respuesta sean sensibles y otros en los que el equipo acabe estando algo "atontado" si lo cargamos demasiado, es perfectamente posible trabajar con él en el día a día si no tenemos grandes exigencias.
Mi rutina de trabajo diaria suele ser bastante espartana, y ademas de las dos ventanas de navegador (en este análisis he usado Chromium) y de una ventana de terminal para realizar algunas pruebas con Phoronix Test Suite, solo algunas pestañas de carga exigente (como la de Slack, la herramienta de chat empresarial que usamos en el equipo) hacían que en algunos momentos hubiese algún parón inesperado en la fluidez del sistema.
Por lo demás, el rendimiento es espectacular para un equipo de 100 euros. Prácticamente todo el análisis está escrito con el Raspberry Pi 400, que me ha permitido ir investigando y ejecutando pruebas sin dar queja.
El sistema operativo, además, lo pone fácil. Es cierto que LXDE, el entorno de escritorio utilizado, no es demasiado atractivo visualmente, pero es perfecto para evitar cargas adicionales que contribuirían a que tuviéramos una experiencia de usuario peor. Es perfectamente posible instalar otros entornos de escritorio y también acudir a otras distribuciones, pero nosotros nos hemos centrado en trabajar con lo que nos venía de serie para dar nuestro veredicto precisamente con esa propuesta nativa de sus desarrolladores.
Esta distribución es minimalista en muchas cosas, pero no en el apartado educativo: sorprende (quizás no tanto a estas alturas) encontrar una buena selección de software educativo entre el que destaca la plataforma de programación Scratch, el programa de álgebra Wolfram Mathematica e incluso una versión de Minecraft llamada Minecraft Pi.
Hay herramientas para el ámbito de la electrónica como SmartSim, pero además tenemos preinstalada la suite ofimática LibreOffice, el reproductor de vídeo VLC o algún pequeño juego para entretenernos. La selección de herramientas escogida por los responsables del proyecto es envidiable y deja clara la orientación de un producto que aún así puede ir mucho más allá.
Lo demuestra, claro está, esa terminal que siempre está a nuestro alcance y que nos permitirá instalar todo tipo de componentes software en el pequeño Raspberry Pi 400. Puede que como hemos dicho no podamos aspirar al rendimiento de equipos más ambiciosos y con más recursos hardware, pero lo cierto es que en nuestras sesiones con este equipo nos hemos sorprendido una y otra vez de lo mucho que se puede hacer con un ordenador de 100 euros.
De hecho la reflexión que queda tras utilizarlo durante nuestro periodo de pruebas es clara: hubiera sido difícil sacar el Raspberry Pi 400 en mejor momento que este. La pandemia ha obligado a muchos profesionales y estudiantes a quedarse en casa y trabajar o aprender confinados, así que tener un equipo disponible con el que realizar esas tareas ha sido imperativo.
¿Puede un equipo tan "básico" como este cumplir? Nosotros creemos que en muchos casos sí, y si la exigencia no es excesiva, este es un producto que está muy bien preparado por ejemplo para estudiantes.
Es perfectamente posible conectarnos a sesiones de vídeo y también hacer videollamadas conectando una cámara USB, por ejemplo. Nosotros probamos con una convencional a hacer videollamadas con Google Meet y el resultado, una vez más, fue sorprendentemente fluido y eficaz. Aquí la experiencia puede variar de usuario a usuario, pero una vez más es espectacular lo que algo tan modesto y asequible puede lograr.
Tampoco es que se puedan pedir milagros, cuidado. Lo comprobamos al intentar hacer una prueba algo más ambiciosa. La idea: utilizar el RPi 400 para jugar a Stadia. Teóricamente el trabajo lo hacen aquí los servidores de Google, pero está claro que el cliente debe tener suficiente margen de maniobra a la hora de gestionar la conexión de red, y además el navegador debe comportarse de forma especialmente fluida para que los juegos se transmitan adecuadamente.
Nosotros hicimos una breve prueba conectando un mando de la Xbox One a la Raspberry Pi (por cable USB, la conexión USB planteaba problemas ya conocidos) y cargando el NBA 2K21 en Chromium a través de este servicio.
El juego cargó sin aparentes problemas y parecía que íbamos a poder jugar, pero en cuanto pusimos un partido quedó claro que este servicio necesita un navegador con bastante más margen de maniobra para lidiar con el caudal de datos que llegan de Stadia.
En otros análisis de esta opción parece que hay juegos menos ambiciosos con los que el RPi 400 sí puede lidiar, pero aún así es posible que incluso en ellos aparezcan problemas de latencia que hagan que la experiencia pueda ser bastante errática.
Resulta difícil no entusiasmarse con el Raspberry Pi 400, un pequeño equipo que a pesar de su aspecto simplón es perfectamente capaz de convertirse en una alternativa fantástica para trabajar y estudiar en el día a día.
Lo hace además a un precio que mantiene el legado de las Raspberry Pi originales. Es cierto que al final podríamos lograr algo similar conectando a uno de esos modelos un ratón, un teclado y un monitor, pero la propuesta de The Rasberry Pi Foundation es espectacular porque lo simplifica todo y lo pone al alcance de cualquiera: si quieres un ordenador básico y cumplidor, este RPi 400 es una opción fantástica.
Puede que echemos de menos un conector de auriculares y también puede que el acabado y los materiales no sean especialmente destacables, pero todo en este pequeño respira simpatía. Las sorpresas llegan después, porque es difícil creer todo lo que es posible hacer con un equipo de estas características.
Las Raspberry Pi ya hacían muchas cosas desde hace tiempo, pero esa mejora de prestaciones ?siempre ajustada a la célebre barrera de los 35 dólares? ha ido permitiendo usos algo más ambiciosos. Es cierto que el RPi 400 triplica ese precio, pero lo hace con casi todo lo necesario para comenzar a trabajar y disfrutar desde el primer momento.
Así pues, resulta imposible no recomendarlo. Si tenéis hijos será una forma estupenda de que se acerquen a otros ámbitos de la tecnología y salgan del habitual binomio macOS/Windows, pero también es una estupenda opción para que cualquiera se adentre en un mundo fantástico aunque solo sea por 'juguetear' un poco.
Solo nos queda una duda. Lanzado este modelo, ¿para cuándo un portátil con su pantalla y touchpad? El camino parece claro, y de apostar por un lanzamiento a corto o medio plazo en este catálogo de productos, parece imposible no pensar en algo así. El tiempo dirá si esa futura versión de las Raspberry Pi también se hace realidad, pero hasta que lo haga (si lo hace), tenemos a un excepcional compañero de viaje en el Raspberry Pi 400.
El dispositivo ha sido cedido para la prueba por parte de RaspiPC.es. Puedes consultar nuestra política de relaciones con empresas.
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Fecha: 18-01-21
Categoría: Informática
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